Comuniones prodigiosas

Un día, Santa Lucía Filippini, partió hacia Pitigliano, cerca de Grosseto, para inspeccionar la escuela artesanal, fundada por ella misma. En el camino, se detuvo en la iglesia de los padres franciscanos para asistir a la Santa Misa. Era tan grande el deseo de recibir a Jesús Eucaristía que el Señor la quiso premiar con un Milagro. Cuando el sacerdote fraccionaba la Hostia Magna el pequeño pedazo que era destinado a ser sumergido en el cáliz, escapó de sus manos y voló radiante hasta posarse sobre la lengua de la futura Santa. Actualmente el Santuario donde sucedió el Milagro es custodiado por las Madres Pías Filipinas.
La Beata Emilia Bicchieri fundó la Tercera Orden Regular Dominica. Nutrió siempre un grandísimo amor por el Santísimo Sacramento. Un día, mientras se ocupaba de una hermana que estaba muy enferma, perdió la noción del tiempo hasta el punto de que la Santa Misa había concluído ya. No pudiendo comulgar, se lamentó ante el Señor porque no lo había recibido. En ese momento, un Ángel se le apareció milagrosamente y le dio la Comunión.
Santa María Francisca de las Cinco Llagas pasó los últimos años de su vida postrada en el lecho a causa de una enfermedad muy grave, la cual le impedía participar de la Santa Misa Repetidamente, algunos sacerdotes, entre ellos el Padre Bianchi, vieron que durante la Misa desaparecía un pedazo de la Hostia Magna y un poco de vino consagrado. Era el Ángel de la Santa que le llevaba la Comunión.
La Beata Imelda Lambertini, desde muy temprana edad, demostró un gran amor por Jesús Eucaristía. Pero el capellán le recordaba siempre que la Santa Comunión sólo podía ser recibida a partir de los 14 años. El 12 de mayo de 1333, vigilia de la Ascensión, la niña fue a la Misa y se presentó para recibir la Santa Comunión. El sacerdote la ignoró completamente, pero el Señor quiso conceder a la pequeña Imelda su deseo. Es así que una radiante Hostia se alzó en vuelo hasta llegar delante de ella. Cuando recibió el Cuerpo de Cristo, su cándida alma voló en el instante al Cielo. La Beata Imelda es la Patrona de las Primeras Comuniones.
Santa Giuliana Falconieri se distinguió siempre por ser una gran devota de la Eucaristía. En los últimos días de su vida, habiéndose empeorado la enfermedad al estómago, no podía ya recibir la Comunión. Antes de su muerte, en 1341, pidió una Hostia consagrada, la cual apoyó sobre su pecho. Mientras recitaba una oración, la Hostia desapareció dejando en cambio una huella de color morado, como si se hubiera impreso. Fue beatificada en 1678 y canonizada en 1737.
En los tiempos de San Gerardo Maiella, se era aún demasiado pequeño para recibir la Eucaristía a la edad de ocho años. Sin embargo, el Santo no lograba aceptarlo y lloraba desolado por esta situación. Sus llantos conmovieron al Cielo porque una noche San Miguel se le acercó y le dio una Hostia blanca, igual a aquélla que el sacerdote le había impedido recibir. Luego, desapareció. Al día siguiente, feliz y triunfante, Gerardo confesó cándidamente: “el sacerdote me ha negado la Comunión, pero esta noche el Arcángel San Miguel me la ha traído”.
San Buenaventura recibe la Comunión en manos de un Ángel, Museo Hiéron
San Bernardo exorciza una mujer con el SS. Sacramento, Museo Hiéron
San Segundo, antes de morir, recibe la Santa Comunión de una paloma, Museo Hiéron
El Beato Giacomo de Montieri, vivió por períodos prolongados alimentándose únicamente de la Eucaristía. En varias ocasiones, Jesús mismo le daba la comunión. Un pintor de inicios del seiscientos plasmó en una armoniosa pintura la imagen de Jesús que ofrece la Comunión al Beato Giacomo.